¿Qué influencia puede haber tenido nuestra forma de llegar y de ser recibidos en nuestra historia individual y en el proceso humano colectivo? ¿Cómo incide ese primer contacto con la vida física sobre nuestras relaciones con nosotros mismos, los demás y sobre nuestra proyección en el mundo? ¿Cuál podría ser el origen, o por lo menos uno de sus aspectos, de esta cadena sin fin de interacción a través del esquema víctima-poder externo-víctima? Démonos cuenta ya, como sostienen algunos de los grandes de esta época, que la humanidad tiene pendiente este salto evolutivo, esa visión nueva que abra la puerta a otra manera de abordar el nacimiento: mientras nuestra primera respiración, nuestro primer contacto con el mundo extrauterino esté rodeado de sufrimiento, terror y separación, mientras la experiencia sea secuestrada por los protocolos de cada cultura más que por las necesidades de quien respira por vez primera y quien le acompaña, su madre, no saldremos de los ciclos de violencia, lucha y desolación. El ciclo concepción-gestación-nacimiento es un proceso creativo y evolutivo. Cada día, cada crisis y cambio, cada ciclo de nuestra vida puede ser un nacer al presente en el que, o bien reproducimos la pauta de supervivencia aprendida o creamos una forma diferente de abordar cada nuevo instante, entrando en la experiencia con suavidad, amabilidad y respeto. Naciendo de nuevo dejando pasar el dolor y abriendo la puerta a una humanidad más libre. Dejaremos entonces, tal vez, de percibir nuestra vida como un exilio de Dios para sentir, siquiera por segundos, que nunca hemos estado separados de la Fuente del Amor, porque somos Eso.