El Tantra, como otras fuentes esotéricas y simbólicas, propone la actualización y sacralización del entorno, de uno mismo y lo vivo en general, reconociéndolo vía los sentidos, que son, para quien elige evolucionar conscientemente, el bouquet de especias que da significado a la vida.

Los sentidos son el único medio disponible para ver la realidad caótica y abierta del mundo por entre las rejas de la ideología y la sociedad.
Con ellos degustamos las bellezas de la encarnación y descubrimos la conciencia sin cubrirla de un significado o una moral. Son pilar del conocimiento y de nuestro devenir, identidad y privilegio del ser encarnado; negarlos en vez de celebrar su gloria sería considerar esta encarnación un error.

El tantrismo enseña a reconocer lo sagrado ante todo en el cuerpo, vehículo de éxtasis, por las vías sensual y meditativa. Superando regiones y culturas, fusiona cuerpo y espíritu mediante varias técnicas (rituales, meditación, mantras, energía) sin remitir a ningún credo.

El Tantra quiere sentar a la especie humana en el trono de su propia evolución desalojando al fantasma que lo usurpa. Para ello nos autocreamos como deidades. En esa tarea se vale de la modernidad: del “Dios ha muerto” y el superhombre de Nietzsche a la genética y el psicoanálisis.

Éste es un manual irónico, rebelde y sensual para practicar las diversas vías tántricas.